Tomas Moro Discurso Pelicula y Vida Real
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Discurso de Santo Tomás Moro ante los jueces que lo sentenciaron a muerte.
Un Hombre para la Eternidad / Un Hombre de Dos Reinos / Un hombre para todas las estaciones
"Ya que el tribunal ha determinado condenarme. Dios sabe cómo, descubriré ahora mi pensamiento sobre la nueva ley y el titulo del rey. Dicho titulo está basado en un acta del parlamento que repugna directamente a la ley de Dios y a su Santa Iglesia, cuyo supremo gobierno, ninguna persona temporal, por muchas leyes que dicte, puede asumir. Esto se confirió por boca de nuestro salvador, Jesucristo, a San Pedro y a los obispos de Roma mientras vivía y estaba en persona aquí en la tierra. Es, por tanto, insuficiente una ley que obligue a los cristianos a obedecerla. Y más aún, la inmunidad de la lglesia está prometida tanto en la Carta Magna como en el juramento de coronación del rey...
No es asi. Soy fiel súbdito del rey y rezo por él y por todo el reino. No hago daño a nadie. Ni hablo mal. Ni pienso mal. Y si esto no es suficiente para dejar a un hombre con vida, entonces no deseo vivir.
Sin embargo, no es por esa supremacía por lo que me quitáis la vida, ¡sino porque no me inclino ante ese matrimonio!"
Discurso en la vida real.
«Milord, desde el momento en que esta acusación se fundamenta en un acta del Parlamento que formalmente está en contradicción con las leyes de Dios y de la Santa Iglesia, según las cuales ningún príncipe terrenal puede arrogarse por medio de ley alguna el supremo gobierno o cualquier parte del gobierno que pertenece de forma legítima a la sede de Roma, por causa de la preeminencia espiritual que fue concedida como prerrogativa especial de boca de nuestro Salvador —cuando estuvo presente en persona en esta tierra— tan sólo a san Pedro y a sus sucesores, los obispos de esa misma sede, dicha acta es insuficiente entre los cristianos, pues, como trámite jurídico para perseguir a cualquier cristiano.»
A la objeción de que todos los obispos, todas las universidades y todos los doctos del reino habían suscrito esa acta, replicó:
«Aun cuando el conjunto de los obispos y de las universidades fuera tan importante como Su Señoría parece creer, yo no veo en absoluto, Milord, por qué razón esto tenga que suponer un cambio en mi conciencia, puesto que yo no pongo en duda que en toda la cristiandad, ya que no en este reino, no son pocos los que son de mi parecer al respecto.
Pero si hablara de los que ya están muertos, y de los cuales muchos son ahora santos del cielo, estoy muy seguro de que la mayor parte de ellos, cuando estaban vivos, pensaban como ahora lo hago yo; es por esto, Milord, por lo que no me siento obligado a conformar mi conciencia al concilio de un solo reino en contra del Concilio general de la cristiandad.»
Y éstas fueron las palabras finales de Tomás Moro ante sus jueces:
«Nada tengo que agregar, Señores, sino esto: como el apóstol Pablo, de acuerdo con lo que leemos en los Hechos de los Apóstoles, asistió lleno de conformidad a la muerte de san Esteban, e incluso vigiló las ropas de los que lo estaban lapidando, y sin embargo ahora se encuentra con él, también santo, en el cielo, y allí estarán unidos para siempre, en verdad, yo espero, de la misma forma —y rezaré por ello con intensidad—, que vosotros, Señores, que habéis sido mis jueces y me habéis condenado en la tierra, y yo podamos reunirnos todos juntos gozosamente en el cielo para nuestra salvación eterna» (De la biografía de Tomás Moro, escrita por Roper).
Un Hombre para la Eternidad / Un Hombre de Dos Reinos / Un hombre para todas las estaciones
Scofield como Tomás Moro en el Juicio |
"Ya que el tribunal ha determinado condenarme. Dios sabe cómo, descubriré ahora mi pensamiento sobre la nueva ley y el titulo del rey. Dicho titulo está basado en un acta del parlamento que repugna directamente a la ley de Dios y a su Santa Iglesia, cuyo supremo gobierno, ninguna persona temporal, por muchas leyes que dicte, puede asumir. Esto se confirió por boca de nuestro salvador, Jesucristo, a San Pedro y a los obispos de Roma mientras vivía y estaba en persona aquí en la tierra. Es, por tanto, insuficiente una ley que obligue a los cristianos a obedecerla. Y más aún, la inmunidad de la lglesia está prometida tanto en la Carta Magna como en el juramento de coronación del rey...
No es asi. Soy fiel súbdito del rey y rezo por él y por todo el reino. No hago daño a nadie. Ni hablo mal. Ni pienso mal. Y si esto no es suficiente para dejar a un hombre con vida, entonces no deseo vivir.
Sin embargo, no es por esa supremacía por lo que me quitáis la vida, ¡sino porque no me inclino ante ese matrimonio!"
Discurso en la vida real.
«Milord, desde el momento en que esta acusación se fundamenta en un acta del Parlamento que formalmente está en contradicción con las leyes de Dios y de la Santa Iglesia, según las cuales ningún príncipe terrenal puede arrogarse por medio de ley alguna el supremo gobierno o cualquier parte del gobierno que pertenece de forma legítima a la sede de Roma, por causa de la preeminencia espiritual que fue concedida como prerrogativa especial de boca de nuestro Salvador —cuando estuvo presente en persona en esta tierra— tan sólo a san Pedro y a sus sucesores, los obispos de esa misma sede, dicha acta es insuficiente entre los cristianos, pues, como trámite jurídico para perseguir a cualquier cristiano.»
A la objeción de que todos los obispos, todas las universidades y todos los doctos del reino habían suscrito esa acta, replicó:
«Aun cuando el conjunto de los obispos y de las universidades fuera tan importante como Su Señoría parece creer, yo no veo en absoluto, Milord, por qué razón esto tenga que suponer un cambio en mi conciencia, puesto que yo no pongo en duda que en toda la cristiandad, ya que no en este reino, no son pocos los que son de mi parecer al respecto.
Pero si hablara de los que ya están muertos, y de los cuales muchos son ahora santos del cielo, estoy muy seguro de que la mayor parte de ellos, cuando estaban vivos, pensaban como ahora lo hago yo; es por esto, Milord, por lo que no me siento obligado a conformar mi conciencia al concilio de un solo reino en contra del Concilio general de la cristiandad.»
Y éstas fueron las palabras finales de Tomás Moro ante sus jueces:
«Nada tengo que agregar, Señores, sino esto: como el apóstol Pablo, de acuerdo con lo que leemos en los Hechos de los Apóstoles, asistió lleno de conformidad a la muerte de san Esteban, e incluso vigiló las ropas de los que lo estaban lapidando, y sin embargo ahora se encuentra con él, también santo, en el cielo, y allí estarán unidos para siempre, en verdad, yo espero, de la misma forma —y rezaré por ello con intensidad—, que vosotros, Señores, que habéis sido mis jueces y me habéis condenado en la tierra, y yo podamos reunirnos todos juntos gozosamente en el cielo para nuestra salvación eterna» (De la biografía de Tomás Moro, escrita por Roper).
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